Boxeador, médico y defensor de las mujeres
Ya desde joven, y dado que practicaba el boxeo, Arthur Conan Doyle se vio envuelto en reyertas con villanos por defender a mujeres: en el gallinero de un teatro golpeó a varios soldados porque uno de ellos había dado un codazo a una joven que se hallaba allí cerca; y nada más llegar a Portsmouth, donde pensaba establecerse como médico, le propinó una paliza a un sujeto al que vio patear a una mujer en la calle. Para su suerte o desgracia, aquel sujeto se presentó al día siguiente en su consulta y fue su primer paciente, aunque al parecer no reconoció en el médico a su agresor nocturno. La mano, en todo caso, siguió yéndosele a Conan Doyle cuando se trataba de defender mujeres: viajando por Sudáfrica en tren con su familia, uno de sus hijos, ya crecido, se permitió comentar lo fea que era una señora que pasó por el pasillo. Casi no pudo terminar la frase, pues al instante recibió un sopapo y vio muy cerca el rostro enrojecido de su viejo padre, que le decía con suavidad: "Recuerda que ninguna mujer es fea".
JAVIER MARÍAS, Vidas escritas
sábado, 12 de mayo de 2012
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