viernes, 1 de abril de 2011

Al entierro de Poe sólo acuden tres personas (3)


Un día, un diario de Baltimore convocó un concurso de cuentos al que se presentó. Y alguien de aquel jurado desganado, casi narcotizante, apreció su caligrafía hermosa, su trazo recto y elegante, airoso y pulcro. Leyeron apenas una página, sin ganas, y le dieron el premio, ¡por la letra! Cuando fue a recogerlo vieron llegar a un joven de delgadez extrema, que de lejos rezumaba arrogancia. De lejos, su levita gastada, sus pantalones raídos, y sus ojos violeta.

Llegaba de ese infierno del láudano y alcohol, y de sueños verdosos de los que no se vuelve. Y una noche de octubre lo encontraron tendido en una calleja. Balbucía un idioma ininteligible. Todo el mundo había muerto. Sus padres, sus amigos, su mujer, apenas una niña. Y él, a los pocos días, hablando a gritos con personajes que sólo él veía, espectros o fantasmas, o alguien que imaginaba. A su entierro acudieron tres personas.

Su tía mandó una nota a uno de los periódicos en que trabajaba: "Notifique su muerte y, por favor, hable bien de él. Sé que lo hará, pero no deje de explicar qué hijo tan afectuoso fue siempre para mí. Siempre".


JESÚS MARCHAMALO / DAMIÁN FLORES, 44 escritores de la literatura universal, Siruela, Madrid, 2009,

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